CABO DA ROCA

No se porqué, pero los faros siempre han tenido alguna atracción hacia mi, quizás su soledad o la compañía que han ofrecido a tantos marineros, sus paisajes salvajes con sus rocas agrestes, su luz, sus atardeceres o sus amaneceres....




Allà donde he ido y había un faro, no he podido contener las ganas de sentarme cerca de él y si ha sido posible esperar a que se hiciera de noche o de día para ver los cambios de colores a su alrededor, a veces sola, y otras acompañada de desconocidos o no.

Durante unos trabajos en Cascais, cerca de Lisboa, tube la oportunidad de poder disfrutar del atardecer en el punto más occidental de la Península Ibérica, en este caso se trataba del Cabo da Roca.

Recorrí con el coche a toda velocidad la costa que me separaba desde Cascais hasta el Faro, el sol se ponía y yo estaba lejos, y no quería perderme lo que para mi es uno de los mejores momentos del día. La verdad es que siempre he tenido debilidad por los atardeceres....

Llegué justo cuando empezaba el espectáculo, allí estabamos unos cuantos desconocidos, haciendo fotos, contemplando los últimos reflejos de luz, yo visualizé un pequeño camino y como me gusta la soledad de estos momentos, decidí marchar, cerca del faro, sola con algún solitario más, pensando y disfrutando del atardecer en silencio.

Al final se enciende la luz del faro del Cabo da Roca, señal inequívoca que el día por hoy ya se ha acabado.